domingo, 30 de septiembre de 2012

Experimentacion animal... Reacciones violentas


Si se pudiese computar el número exacto de cuadrúpedos que se utilizan en experimentos de laboratorio y como modelos para la investigación médica, la cifra total que daría por año en todo el mundo sería asombrosa. Se calcula que todos los años se utilizan tan solo en Estados Unidos por lo menos 17 millones de animales —como perros, gatos, primates, cobayas y conejos—. Las ratas y ratones componen el 85% de esta cifra. Como no hay registros exactos de cuántos de esos animales se utilizan ni dónde, algunos expertos consideran estas cifras como, a lo más, cálculos deficientes. Algunas fuentes dicen que el total para Estados Unidos se aproxima más a los cien millones. ¿Le resultan sorprendentes estas cifras?

Aunque el sacrificio de estos mamíferos no se ha llevado a cabo sin un propósito definido, ¿le produce aversión solo pensarlo? ¿Considera inmoral esta matanza? Millones de personas aborrecen el uso de animales en la investigación. Hay quienes afirman que el maltrato de animales es exclusivismo de especie. Ese tipo de exclusivista es la persona “partidaria de defender los intereses de su propia especie en contra de los de otras especies”. (Point/Counterpoint Responses to Typical pro-Vivisection Arguments [Reacciones contrarias a los argumentos típicos en pro de la vivisección].) Según los liberacionistas, los exclusivistas de especie “creen que el fin justifica los medios, y que hay que hacer mal [a los animales] para lograr bien [para los humanos]”.

Por otro lado, el punto de vista científico se resume en las siguientes preguntas: ¿Se siente usted agraviado por un sistema que aboga por la matanza de animales a fin de que los médicos puedan aprender nuevas técnicas para practicar operaciones en seres humanos o impedir la propagación de enfermedades mortíferas? ¿Está preparado para renunciar a nuevos fármacos y procedimientos médicos salvavidas porque sabe que primero se experimentaron con animales? ¿Estaría dipuesto o preferiría que para la experimentación quirúrgica, en lugar de a un animal se utilizase a su padre, a su madre o a un hijo suyo al que se le hubiese diagnosticado la muerte cerebral pero que su organismo aún estuviese vivo? Y, por último, queda la siguiente pregunta: si la investigación con un animal pudiera salvarle a usted o a un ser querido de una enfermedad atroz o de la muerte, ¿la rechazaría por opinar que es inmoral sacrificar a un animal para salvar a un ser humano? Hay quienes dirían que este dilema no es tan fácil de resolver.

Movimiento de liberación animal

No obstante, durante la década de los ochenta se produjo una creciente sensibilidad contra el uso de animales en el campo de la investigación. Hoy día esa sensibilidad se ha traducido en una red mundial de organizaciones activas que continúan aumentando en fuerza y número de miembros. Dichas organizaciones manifiestan abiertamente sus demandas de que se elimine por completo el uso de todos los animales para la experimentación médica o de laboratorio.

Los activistas en pro de los derechos de los animales se hacen oír mediante manifestaciones callejeras, presiones políticas, revistas y periódicos, radio y televisión, y, de forma más notable, mediante tácticas agresivas y violentas. Un prominente activista canadiense dijo lo siguiente respecto a este movimiento de liberación: “Se extiende con rapidez por Europa, Australia y Nueva Zelanda. En Estados Unidos cada vez es más poderoso, y en Canadá ha experimentado un crecimiento extraordinario. Hay un grupo de redes diseminadas por todo el mundo y la tendencia mundial es la de apoyar a los movimientos que defienden los derechos de los animales de una forma más agresiva”.

Algunas de estas ‘redes agresivas’ están dispuestas a utilizar la violencia para defender su causa. Durante los últimos años, por lo menos veinticinco laboratorios de investigación en Estados Unidos han sido objeto de actos de vandalismo por parte de grupos que defienden los derechos de los animales. En los laboratorios de algunas universidades han estallado bombas. Estos ataques han causado daños por valor de millones de dólares (E.U.A.). Se han destruido importantes registros, así como datos valiosos. Algunos animales de laboratorio han sido robados y puestos en libertad. En uno de tales actos se destruyó investigación valiosa sobre la ceguera infantil. También se ha destruido equipo costoso valorado en centenares de miles de dólares.

En una carta abierta dirigida a las autoridades universitarias y a los medios de comunicación, un grupo militante de la liberación animal se jactó de que destruir en unos doce segundos un microscopio valorado en diez mil dólares con una barra de acero que les había costado solo cinco dólares había sido “una operación muy rentable”. En otros centros de investigación, médicos y científicos encontraron sangre vertida sobre los archivos y los materiales de investigación, así como consignas liberacionistas pintadas con espráis en las paredes. En un informe se menciona “hostigamiento, incluso amenazas de muerte contra científicos y sus familias”. En Estados Unidos, los que abogan por la liberación animal han amenazado de muerte o con violencia a más de una docena de científicos. En 1986, un locutor dijo durante un programa de la BBC de Londres: “Lo que une a los activistas es la convicción de que en la guerra para libertar a los animales, la acción directa —la destrucción de la propiedad y hasta de la vida— está moralmente justificada”.

La dirigente de un movimiento de liberación animal dijo: “Nadie ha resultado herido, pero eso es una amenaza peligrosa [...]. Más tarde o más temprano alguien devolverá los golpes y alguna persona puede resultar herida”. En esa entrevista, que tuvo lugar en 1986, la misma dirigente liberacionista predijo que habría violencia en Gran Bretaña y Alemania occidental. Los casos de bombas incendiarias y actos de violencia que han tenido lugar hasta ahora han confirmado su predicción. En Estados Unidos ya se ha atentado contra la vida de un hombre cuya compañía experimenta con animales. La rápida acción por parte de la policía le salvó de una bomba. No obstante, no todos los que abogan por la liberación animal concuerdan con estas tácticas violentas e ilegales.

¿Por qué se oponen?

Según The Journal of the American Medical Association, “la mayoría de los que se preocupan por el uso que se hace de los animales en la investigación biomédica pueden dividirse en dos categorías generales: primero, los que se preocupan del bienestar de los animales y que no se oponen a la investigación biomédica, sino que quieren estar seguros de que a los animales se les trata de la forma más humana posible, que la cantidad de animales utilizados es estrictamente la mínima requerida y que tan solo se utilizan animales cuando es necesario”. Según encuestas recientes, este colectivo lo compone la mayoría que menos se hace oír.

Segundo, “los que se preocupan por los derechos de los animales y que adoptan una posición más radical y opuesta por completo al uso de animales en la investigación biomédica”. “Los animales tienen derechos fundamentalmente inalienables —dijo el codirector de uno de tales grupos—. Si un animal es capaz de notar dolor o sentir temor, entonces tiene derecho a que no se le trate así.” Otro portavoz dijo: “No existe ningún fundamento racional para decir que un ser humano tiene derechos especiales. Tanto da que sea una rata, un cerdo, un perro o un niño. Todos son mamíferos”.

Muchos de los que están profundamente convencidos de que hay que luchar por la liberación animal se oponen a que se utilicen animales para comer, para vestir, en los deportes y hasta como animales de compañía. Los que se oponen a que se pesque y coma pescado han arrojado al agua a pescadores. Hay quienes han sido víctimas de maltrato verbal en las calles por llevar prendas y complementos de piel. Personas con un punto de vista más radical respecto al uso y abuso de los animales han entrado por la fuerza en algunas tiendas y han destruido costosas prendas de piel. Uno de ellos dijo: “No tomaré huevos para desayunar ni llevaré artículos de cuero”. “Detrás de casi cada loncha de tocino magro y de cada huevo de apariencia inocua —advertía un boletín de la Humane Society, de Estados Unidos— se esconde una larga y oculta historia de sufrimiento intolerable.” Acompañado de fotografías de cerdas y gallinas confinadas a pequeñas pocilgas y jaulas, el boletín afirmaba que estas condiciones tan extendidas en la industria del cerdo y las aves de corral convierten un “plato de huevos con tocino en nada menos que ‘el desayuno de la crueldad’”. Es obvio que en la cuestión de la defensa de los derechos de los animales existen sentimientos muy intensos y sinceros.

Historias de terror

Muchas personas creen que la oposición a la investigación animal está plenamente justificada. Uno de los casos más infames tuvo que ver con el Head Injury Laboratory de una prestigiosa universidad americana. En unas videocintas robadas durante una incursión por parte de un movimiento de liberación animal se vio a “monos a los que se les golpeaba la cabeza en el interior de una máquina mientras los investigadores se reían por el comportamiento irregular de criaturas con el cerebro dañado”, informó la revista Kiwanis de septiembre de 1988. Esto hizo que el gobierno dejase de suministrar fondos a dicho laboratorio.

También se lleva a cabo la infame prueba de Draize, demasiado común en las industrias de cosméticos, champús, detergentes y lejías. Esta prueba se utiliza para medir el grado de irritación que pueden causar en los ojos de una persona aquellos productos que podrían introducirse en ellos por accidente. Suele realizarse colocando de seis a nueve conejos albinos en unos cepos de los que solo pueden sacar la cabeza y el cuello, lo que impide que se rasquen los ojos con las patas cuando les vierten en ellos la sustancia química. Se dice que los conejos chillan de dolor. Hasta muchos investigadores se oponen enconadamente a este tipo de prueba y tratan de que deje de utilizarse. Los movimientos en pro de los derechos de los animales han demostrado con documentos la veracidad de muchas historias de horror relacionadas con laboratorios de investigación animal.

Los que abogan por la liberación animal no tienen una opinión muy elevada del doctor Robert White, a quien citamos antes. La American Anti-Vivisection Society escribió que él “es el infame vivisector de Cleveland que ha trasplantado cabezas de monos y ha mantenido cerebros de monos vivos en un fluido fuera del cuerpo”.

Como sucede en el caso de muchas controversias, existen los dos extremos, pero también un término medio que trata de aprovechar los mejores efectos y eliminar los peores. Por ejemplo, ¿existen algunas alternativas prácticas a la experimentación animal? ¿Es el rechazo total a la investigación animal la única respuesta viable y equilibrada?

 

 

 

Experimentación animal. Punto de vista equilibrado

A PESAR de lo polémico que puede resultar el precio pagado, la mayoría de la gente cree que la investigación animal ha producido un gran bien a la humanidad. Incluso los que defienden los métodos violentos que se utilizan contra la experimentación animal han sido beneficiarios de los nuevos conocimientos médicos, procedimientos quirúrgicos y fármacos para combatir la enfermedad.

Martin Stephens, de la Humane Society, de Estados Unidos, dijo: “Tenemos que ser honrados y reconocer que se han conseguido algunos beneficios con la investigación animal, pero nuestro objetivo final es prescindir por completo de los animales”. (Parade Magazine, 9 de octubre de 1988.) “Admito —dijo Vicki Miller, presidenta de la Humane Society, de Toronto— que a finales del siglo pasado se les dio un uso bastante bueno a los animales. No se puede negar que el control de la diabetes provino de la investigación animal, pero ahora que disponemos de todo tipo de tecnologías alternativas, ya no se necesita.” (The Sunday Star, Toronto [Canadá].)

A esta misma crítica se le preguntó cómo respondería a los que plantean el siguiente argumento: “Si por salvar la vida de un bebé ha de morir una rata, merece la pena. Si no se investiga con animales, mueren bebés para salvar ratas”. La respuesta que ella dio al periódico Globe and Mail, de Toronto, fue: “Es una cuestión muy emotiva, por lo que ha sido casi imposible ganar. [...] Existe la cuestión de la rata o el bebé, y siempre se pierde”.

En el artículo anterior se planteó la pregunta: “Si la investigación con un animal pudiera salvarle a usted o a un ser querido de una enfermedad atroz o de la muerte, ¿la rechazaría usted?”. John Kaplan, profesor de Derecho de la universidad Stanford, de California, respondió lo siguiente en la revista Science de noviembre de 1988: “Los que se oponen a la investigación con animales raras veces insisten en sus principios y comunican a sus médicos que no utilicen los resultados de la investigación biomédica con animales cuando existe la posibilidad de que hacerlo beneficie a sus seres queridos o a ellos mismos, así como tampoco han estado dispuestos a renunciar a las ventajas de cualesquier avances futuros procedentes de la investigación animal. Podemos admirar los principios que impelen a los testigos de Jehová a rechazar transfusiones de sangre [...] y los que impelen a aquellos que se oponen a la caza de animales de piel fina a no llevar pieles, pero debemos combatir enérgicamente la ideología que motiva a los que se oponen a la investigación animal a no defender su causa mediante el ejemplo, sino a presentar argumentos poco honrados con el fin de deponer cada uno de los beneficios”.

“Al público se le debería informar —escribió el director de la revista Science en el número del 10 de marzo de 1989— que la investigación con animales también beneficia a otros animales. De hecho, una vacuna contra la peste bovina, virus que mata con lentitud y dolor a millones de cabezas de ganado, se perfeccionó mediante experimentos con animales; hoy día la Organización Mundial de la Salud utiliza esa vacuna para millones de cabezas de ganado en África.”

El punto de vista bíblico

Después del diluvio global de los días de Noé, Jehová Dios promulgó el siguiente decreto para Noé y su descendencia, de la que nuestra generación forma parte: “Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras lo doy todo a ustedes. Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer”. (Génesis 9:1, 3, 4.) Las pieles de animales también podían utilizarse para confeccionar prendas de vestir, lo cual no sería una violación del dominio que Dios había concedido al hombre sobre el reino animal. (Génesis 3:21.)

“Si a los animales se les puede usar como alimento para sostener la vida de la gente —comentó la revista ¡Despertad! del 8 de noviembre de 1980—, parece razonable el que se les use en experimentos médicos para salvar vidas. No obstante, esto no da licencia para llevar a cabo experimentos inútiles que se efectúen repetidas veces sin ninguna restricción y que sometan a los animales a sufrimiento intenso.” Ciertamente, la crueldad despiadada hacia los animales es injustificable desde el punto de vista bíblico. (Éxodo 23:4, 5, 12; Deuteronomio 25:4; Proverbios 12:10.)

Muchos médicos y científicos admiten que el movimiento radical de los que se oponen a la investigación animal ha tenido algún resultado positivo. “Muchísimos puntos en los que insiste el movimiento que lucha por el bienestar de los animales son extremados pero justos”, admitió un científico. “Seguro que las vidas y los sufrimientos de los animales tienen que valer para algo”, declaró el científico americano Jeremy J. Stone. “Hay conocimiento que quizás se obtiene a un precio demasiado elevado”, aceptó el fisiólogo británico doctor D. H. Smith. “Concordamos con el deseo de hacer que la investigación sea menos dolorosa, de cuidar bien a los animales con los que experimentamos y de reducir el número de ellos”, dijo el doctor J. B. Wyngaarden, del Instituto Nacional de la Salud, de Estados Unidos. Y un activista en pro de la defensa de los animales admitió: “Utilizar animales sin ningún tipo de consideraciones solía ser casi una muestra de hombría. Hoy día se cree que hay que buscar otras alternativas”.

“Alternativas” es la palabra clave. Los científicos admiten que quizás nunca lleguen al punto de prescindir por completo de los animales en el campo de la investigación, pero no cesan de buscar alternativas dondequiera que sea posible. Por ejemplo, como ahora se dispone de un procedimiento químico, ya no se utilizan conejos para la prueba del embarazo humano ni cobayas para aislar el bacilo de la tuberculosis. Hay métodos de cultivo que en la actualidad salvan la vida de estos animales que de otra forma morirían. Otros procedimientos de cultivo de tejidos han reemplazado la experimentación llevada a cabo con algunos ratones, y muchos conejos destinados a la dolorosa prueba de Draize pueden librarse gracias a la alternativa de utilizar membrana de huevo de gallina para hacer la prueba. Lo cierto es que los que lamentan el sufrimiento de los animales esperan que se descubran muchas más alternativas, y pronto.

No obstante, la mayor alternativa a la experimentación animal será el tan esperado paraíso terrestre por el que los cristianos verdaderos han orado. Jehová Dios, el Creador amoroso, ha prometido que todas las enfermedades, y la propia muerte, serán erradicadas para siempre. En el nuevo mundo que Dios ha prometido, entre el hombre y los animales reinará siempre la paz, y no habrá nada que les haga sentir miedo. Tampoco habrá más enfermedades ni, por lo tanto, más necesidad de recurrir a la experimentación animal. La crueldad será cosa del pasado. (Isaías 25:8; 33:24; 65:25; Mateo 6:9, 10.)

 



Los jóvenes preguntan...¿Importa que pelicula vea?


“LAS películas no ejercen ninguna influencia en mí —afirma una adolescente llamada Karen—, porque las escenas de miedo y de terror solo las veo para distraerme.” Hay muchos jóvenes que, al igual que esta chica, dicen ser inmunes a la influencia de las películas. No obstante, la joven Georgia no está de acuerdo. Ella ha visto varias películas clasificadas R y dice: “Nunca olvidas aquellas escenas [...]. Cuanto más piensas en ellas, más deseas hacer lo que has visto”.
Las películas gozan de inmensa popularidad entre los jóvenes. En un año reciente, el 36% de los más de 113 millones de personas que hicieron cola para entrar en los cines de Estados Unidos eran adolescentes. Otros millones se valen de las videocintas o de la televisión por cable para ver películas en la intimidad de su hogar. Por supuesto, todos necesitamos relajarnos y distraernos de vez en cuando, pues la diversión puede reconfortar y estimular la mente. Muchos jóvenes consideran que una manera de lograrlo y de llenar una tarde o noche que de otra manera sería aburrida, es ver una película. Pero, ¿qué clase de películas ves tú? ¿Importa en realidad?
Las tendencias actuales de las películas
“Hedonismo, sexualidad, violencia, avaricia, egoísmo.” Según el psiquiatra infantil Robert Coles, estos son los valores que predominan en la mayoría de las películas que se producen hoy. De manera similar, una investigación encabezada por el doctor Vince Hammond llegó a la conclusión de que “la mayoría de las películas que se proyectan en los países industrializados contienen alguna medida de violencia, y muchas son clasificadas de violentas o altamente violentas”. Los investigadores de Hammond examinaron mil películas de diversos países. ¿A qué conclusión llegaron? “La producción de películas violentas es un problema mundial.”
Las películas que más popularidad tienen entre los jóvenes son las de horror, las que reflejan posesión demoniaca, violaciones y derramamiento de sangre de maneras sumamente perversas. Según lo expresó el doctor Neil Senior, citado en la revista Seventeen, en estas películas “se ve todo lo que ninguna familia querría que les sucediera a ellos”. Sin embargo, muchos jóvenes hacen cola para verlas.
También ha aumentado mucho la cantidad de películas con escenas pornográficas. Según un profesor de universidad, “en Canadá, los mayores consumidores de videocintas pornográficas son jóvenes con edades comprendidas entre los doce y los diecisiete años, y eso puede estar pervirtiendo su modo de ver la conducta sexual”.
Sin embargo, esta situación no parece preocupar mucho a la industria cinematográfica. La revista Variety dice que las películas que presentan escenas gráficas de violencia y sexo van en aumento, mientras que las películas sanas y para las familias ya apenas se producen. Entonces, ¿cabe la posibilidad de que cierto tipo de películas te afecten de manera negativa?
Una amenaza para tus ojos y oídos
Las películas constituyen una fuerte amenaza para los sentidos. Jesús dijo que “la lámpara del cuerpo es el ojo”. (Mateo 6:22.) Lo que ves puede tener un profundo efecto en ti. Una enciclopedia dice que “la mente se deja llevar por los ojos”. Por lo general, tu mente controla las cosas en las que tus ojos se fijan y ven, pero cuando te fijas en las enormes imágenes que se mueven por la pantalla de cine, es fácil que dejes tu mente en manos del director de la película. Algunos están tan absortos en la película que posiblemente necesiten un fuerte codazo en el costado para romper el hechizo de esta.
“El oído que oye” también influye mucho en tus pensamientos y actos. (Proverbios 20:12.) Las hipnotizantes imágenes y palabras, acompañadas de música que aviva las emociones, generan temor, emoción, ira y pasión. La consecuencia es que las películas pueden transmitir tal sensación de realismo que a algunos espectadores les resulta difícil distinguir entre la realidad y la ficción.
Una amenaza para tu mente y moralidad
La perspectiva o punto de vista que ofrece una película también puede influir mucho en tus reacciones. Por eso los directores de cine procuran que los espectadores se identifiquen con los personajes de la película, aun cuando el héroe sea un criminal o un sádico, sediento de poder. Si no tienes cuidado, puedes encontrarte aplaudiendo a un criminal.
¿Cómo reaccionó cierto auditorio a una reciente parodia de horror en la que un maniaco cuyos dedos eran cuchillas iba acuchillando durante varias escenas todo lo que se le ponía por delante? Animaron al sanguinario asesino. Dejaron que la cámara les manipulase la mente, y al parecer perdieron su sentido de valores... y toda la compasión por las víctimas.
¡Qué diferente es esta reacción a la admonición bíblica de no regocijarse por el desastre ajeno! (Proverbios 17:5.) Supone una franca contradicción de la regla áurea de Jesús ‘hacer a los demás lo que quieres que te hagan a ti’. (Mateo 7:12.) Además, ¿podría ser compatible con la exhortación bíblica de ser “tiernamente compasivos” el que uno se alegrase por un asesinato? (Efesios 4:32.) ¿No equivaldría eso a ponerse del lado de “la congregación de los malhechores”? (Salmos 26:4, 5.)
Efectos sutiles
Pero a ti quizás te parezca que el efecto que puede producirte una película es tan solo temporal, efímero. Y hay que admitir que no es probable que empieces a acuchillar a todo el que te encuentres por el simple hecho de que eso sea lo que hayas visto en alguna película. No obstante, un periódico de Nueva Zelanda dice que hay “cada vez más prueba de que las películas y videocintas violentas están vinculadas al comportamiento violento de algunos de los que las ven”. El libro Adolescence también hizo referencia a muchos estudios sobre la relación entre “la violencia en la televisión y el comportamiento agresivo”, y reconoció que hay “cada vez más prueba” de que existe una vinculación entre ambas.
También ha habido noticias de actos espantosos e imprudentes que algunos han cometido como reacción a ciertas escenas de películas. Por ejemplo, un joven murió de las heridas sufridas al tratar de hacer el pino sobre el capó de una camioneta que circulaba a toda velocidad. Poco antes había visto hacer esta acrobacia en una película popular. Así que no puede decirse que sea exagerado afirmar que una película puede afectar tus acciones.
De todas formas, lo más frecuente es que las películas influyan en ti de un modo mucho más sutil. Por ejemplo, ¿no tratan muchos de tus compañeros de hablar, vestir y arreglarse como ciertos ídolos de la pantalla? ¿No es prueba esta reacción de la fuerte influencia que ejercen las películas? En otros casos, ver películas inmorales obviamente deteriora los valores morales de un joven. Por eso el investigador y doctor Thomas Radecki afirma que ver muchas películas violentas “conduce a una aumentante insensibilidad hacia la violencia”.
La Biblia dice: “Jehová mismo examina al justo así como al inicuo, y Su alma ciertamente odia a cualquiera que ama la violencia”. (Salmos 11:5.) ¿Podría ocurrir que el hábito de ver películas violentas afectase tu actitud hacia la violencia? ¿Podría darse el caso de que empezases a encontrar entretenida y hasta divertida la violencia? Y, ¿cabría la posibilidad de que te volvieses más propenso que antes a zanjar problemas y diferencias mediante el uso de la fuerza? Bien se dijo en Proverbios 10:23: “El necio disfruta con el crimen”. (Serafín de Ausejo.)
Y, ¿qué efecto podrían tener en tu moralidad cristiana? ¿Podría ser que ver escenas crudas de sexo y desnudez te hiciera perder de vista lo impropio de participar en relaciones sexuales premaritales y las lamentables consecuencias de tal conducta? ¿Podría debilitar tu ‘odio a lo que es malo’? (Salmos 97:10.)
La escritora Jane Burgess-Kohn explica la experiencia de una chica llamada Jeanie. Después de “ver una película muy erótica” con el chico con quien salía, Jeanie admitió que se sintió “excitada” hasta el punto de empezar a acariciarse y besuquearse. Pero no pudo parar allí. “Lamento decir —confesó Jeanie— que aquella noche fui fácil de persuadir para tener relaciones sexuales. Todavía no sé lo que me hizo perder la razón. Ni siquiera me gustaba demasiado el chico.”
De modo que, indiscutiblemente, las películas tienen el poder de influir en tu corazón, tus pensamientos y tu comportamiento.